miércoles, 11 de marzo de 2015

introducción

El nombre de Mónaco a buen seguro inspirará a muchos ensoñaciones sobre lujosos yates anclados en las azules aguas del Mediterráneo, familias de linaje principesco que organizan bailes de gala en grandes palacios, millonarios que se juegan su fortuna a la ruleta o al black jack... Y desde luego, no irán desencadenados. El Principado de Mónaco, o Mónaco a secas, además de ser el segundo estado más pequeño y el más densamente poblado del mundo (aunque sólo tiene alrededor de treinta mil habitantes) es también el epicentro de todo lo que se relaciona habitualmente con la "gente guapa", el dinero y el glamour en la Costa Azul. Este diminuto país, que hasta hace un par de años estaba en la lista negra por ser considerado un paraíso fiscal poco transparente, es la residencia de millonarios, nobles y familias enteras de abolengo, cuyas impresionantes mansiones y yates provocan la admiración de viajeros y visitantes. 

Quienes lleguen a Mónaco en avión tendrán que aterrizar en el aeropuerto de la cercana Niza y después desplazarse al principado por otros medios: autobús, tren... ¡E incluso helicóptero compartido! Como vemos, el lujo comienza casi en el momento en que pisamos tierras francesas. Una de las mayores ventajas de este país es que su pequeño tamaño permite recorrerlo de arriba abajo caminando. El viajero que disponga de tres o cuatro días podrá conocerlo a fondo y con toda tranquilidad, lo que convierte a Mónaco en un destino ideal para una escapada de fin de semana o de puente. A pesar de que está considerado un lugar bastante caro, es posible encontrar buenas ofertas hoteleras a lo largo del año, así como vuelos económicos (otra opción es viajar en tren). También hay restaurantes italianos a precios asequibles. Los museos, el Casino y los palacios cobran entrada, pero lo cierto es que merece la pena llevarse unos pequeños ahorros para conocer todos los lugares más interesantes. 

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